Un restaurante que sorprende desde el momento que entras por la puerta. La sala es amplia, limpia, con una amplia cocina a la vista a través de un ventanal y con una decoración que en ningún momento te sugiere que estés entrando en un restaurante chino (al menos no se parece en nada a lo que nos tienen acostumbrados en este tipo de locales). La carta, a pesar de tener platos típicos y reconocibles que puedes encontrar en otros chinos de Pinto, se escapa también de las mismas cuatro cosas de siempre y hay opciones como el arroz al estilo coreano en plato de piedra caliente y otras especialidades que siempre es un gusto poder probar. Las raciones son aceptables y, aunque el precio es ligeramente más alto que la media, merece la pena por la calidad y variedad. En nuestra visita nos atendieron rápidamente y con amabilidad. Si aumentasen un poco las raciones y mejorasen la carta de postres con alguno más artesanal o representativo de la cocina asiática (sólo tienen la típica carta de helados genérica, flanes y poco más) el restaurante sería de Aún así... ¡Muy recomendable!